domingo, 29 de septiembre de 2019

El nacimiento de un ilustrador.

¡Hola!

Si has llegado hasta aquí, es porque sabes lo que es la ilustración. Enhorabuena.

Quizá te dediques a este mundo. O quizá me conozcas a mí, o a mis obras, y te has querido pasar por aquí para ver qué me cuento. Quizá simplemente te guste dibujar, y te has topado con este blog por accidente. Sea cual sea el caso, te doy la bienvenida.

No pretendo que este blog se convierta en una suerte de manual de la profesión o de ser ilustrador. Más bien, me lo tomo como un ejercicio, como una manera de mostrar al mundo mis percepciones, mis experiencias y mis reflexiones acerca de lo que significa ser ilustrador, de lo que conlleva el arte de ilustrar. Así pues, no esperes encontrar por aquí ningún tipo de cátedra, porque ese no es mi estilo. No voy a darte lecciones, ni te voy a dar una fórmula mágica que te convierta en profesional. Me temo que el camino de cada ilustrador es distinto, y no todos llegamos a desempeñar este trabajo después de estudiar un curso o una carrera. Diría que, en el 95% de los casos, los ilustradores se dan cuenta de que quieren ilustrar por casualidad, tras haber hecho otros estudios (algunos totalmente distintos, que ni siquiera tienen que ver con la rama de las artes o el diseño) y tras haber trabajado en puestos de lo más variopinto. Por ello, no existe ningún camino lineal y ordenado para llegar a este mundo. De por qué esto es así ya hablaremos más adelante.

He querido llamar a esta entrada El nacimiento de un ilustrador porque llevo varios días (años, en realidad) con esta pregunta en la cabeza: ¿el ilustrador nace, o se hace?. Puede parecer baladí, pero no creo que ningún niño diga de pequeño a sus papás y profes que, de mayor, lo que quiere ser es ilustrador.

Yo, cuando era pequeña, decía que quería ser pintora. En sí tiene su gracia, porque pintar e ilustrar no van necesariamente de la mano. Aún así, ya asomaba mi vena artística, porque lo que más me gustaba en el mundo era dibujar y pintar. De las clases de pintura al óleo a las que me apuntaron mis padres, recuerdo que me encantaba mezclar colores. Disfrutaba dando brochazos y repartiendo pintura (esto es así, pintaba mi cuadro y el de al lado). Sin embargo, llegaba un punto en el que me aburría; no comprendía por qué siempre tenía que copiar los motivos que pintaba de una foto o de un dibujo. Lo que yo verdaderamente quería era pintar mis propios cuadros, con mis propias ideas. Lo que no sabía es si eso estaba permitido en la pintura; así que, medio mosqueada, le pregunté a mi profe si me dejaba pintar algo diferente a lo que venía en las fotos... ¡Y ella me dijo que sí!.

Así fue como, con siete años, hice mi primer fan art. Pinté a Ariel, la sirenita, en medio del mar. He de decir que no fue mi mejor obra, pero en su momento me sentí muy orgullosa de haberla hecho.

Cuando fui creciendo, dejé de pintar y empecé a darle más al lápiz. Dibujaba y coloreaba a todas horas. Seguía queriendo dedicarme al arte de manera profesional, aunque no sabía exactamente cómo: sólo sabía que quería estudiar Bellas Artes y viajar.

Mis deseos se vieron en parte truncados cuando llegó la hora de escoger carrera. Si bien había cursado el bachillerato artístico, mi autoestima e inseguridades, que por aquel entonces no estaban en su mejor momento, me hicieron cambiar de planes: estudié el grado en Traducción e Interpretación, y, tras terminarlo, me fui directa a Alemania, país en el que desarrollé una actividad laboral centrada en el servicio al cliente y a la gestión de proyectos durante unos cuatro años. Durante todo ese período, olvidé los lápices, los colores, las texturas... Ya no dibujaba. Pensaba (creía) que dibujar no estaba hecho para mí, que lo había intentado, pero que me había equivocado y no merecía la pena perder más tiempo haciendo dibujitos.

Te preguntarás entonces cómo empecé a dibujar otra vez. La verdad es que no fue de la noche a la mañana; todo comenzó cuando me dieron una baja por ansiedad. Me sentía agotada y deprimida por estar trabajando en puestos que no me llenaban ni satisfacían. Tenía mucha, mucha ansiedad, especialmente por las noches, y necesitaba un hobby con el que desconectar de mi trabajo. Como tenía ganas de hacer cosas con las manos, me compré un pirograbador y empecé a pirograbar todo lo que me encontraba. Resultó que aquel hobby me fascinaba, y comencé a postear todo lo que hacía en Facebook. A raíz de publicar mis pirograbados por ahí, encontré a Mailyn (http://maiebonitaillustration.com/), una chica que vivía en la misma ciudad que yo, y que se encontraba estudiando un curso a distancia para convertirse en ilustradora. En realidad, fue gracias a ella que conseguí dar con la clave de lo que me pasaba: sentía tanta ansiedad porque me estaba alejando de mi naturaleza, de lo que yo soy, de ser ilustradora, de ser dibujante.

¡Ah! Qué alivio se siente cuando das con la solución definitiva a tu problema. Ya lo entendía todo... ¡Soy ilustradora! A partir de ese momento, el momento de mi nacimiento como ilustradora, empecé a dibujar de nuevo, y aunque mi vida ha dado un giro de 180 grados desde entonces, no puedo estar más satisfecha. Si bien es cierto que es una profesión muy dura, he conseguido muchos de los objetivos que me marqué al principio, por lo que me puedo sentir muy afortunada.


Con respecto a mi pregunta anterior, sobre si el ilustrador nace o se hace, sólo puedo decir que depende en gran medida de las circunstancias vitales de cada uno, aunque bien cierto es que esta profesión tiene mucho de vocacional. Por otro lado, me inclino a pensar que todos nacemos un poquito ilustradores: a los niños les encanta dibujar, las ceras, los bolis, les gusta decorar las paredes de la casa, o hacerles tatuajes a las muñecas. La expresión y representación artística, además de nuestra inteligencia, es lo que nos diferencia notablemente de otros seres vivos, pues no hay arte sin hombre, pero quizá tampoco hombre sin arte.

Ya te he dado a conocer en menor o mayor medida mi historia y mi nacimiento como ilustradora. Más adelante, ahondaremos en detalle en ella, además de en otros aspectos de la profesión. Por lo pronto, me despido con estas líneas y espero que te haya gustado lo que has leído. Si es así, espero que me cuentes por comentarios cómo fue tu nacimiento como ilustrador, dibujante, o lo que sea que te entusiasme, ¡no te cortes! :-)

Sin más dilación, te envío un abrazo y mis deseos para que disfrutes del día de hoy,

Eva Rodríguez